Este viaje de América a Europa no solo implica un movimiento en el espacio, con el contraste entre dos mundos y una aventura de aprendizaje e incomprensión mutua, sino que también implica una transformación en la relación entre el señor y el sirviente. Valdría preguntarse otra vez si realmente, como sugería Carlos Fuentes, el estilo de Carpentier descuida a los personajes en favor del lenguaje o si establece una bóveda lingüística que, sin descuidarlos, dota a la obra de mayor amplitud y significación artística y filosófica, aunque a los lectores nos resulte un tanto más opaco, como si el acceso a ellos estuviera mediado por un rico e insinuante velo. El barroquismo de la prosa viene en parte dado por la riqueza del vocabulario, con un rescate de términos de objetos antiguos, que sustenta además la verosimilitud histórica de una forma más sólida y profunda, pero lo que en un principio resulta poético o cargado pasa rápido a convertirse en natural y accesible, dando paso a la claridad de lo contado y de los diálogos chispeantes y amenos de los personajes. Mi impresión es que, al menos en Concierto barroco, se establece una dinámica entre los dos personajes principales, en la relación entre el indiano y Filomeno, es decir, entre el señor y el siervo, más importante y trascendental que el devenir interior de cada uno, al igual que en otros muchos binomios de la literatura, que además adquiere un sentido más allá de la comicidad de la pareja.
Al criollo se le presenta en su riqueza, rodeado de objetos de plata y poseedor de un hermoso cuadro sobre la conquista de México, que sitúa el espacio y la razón de ser de esta novela corta. Sus riquezas, medidas en enseres domésticos de valor, provienen de todas partes del mundo, pero, tal y como se nos dicen, no son capaces de hacer feliz al amo. Tampoco sus riquezas pueden con la enfermedad, ya que su sirviente, un tal Francisquillo, amante y conocedor de la música, muere en la primera parada tras salir de Veracruz, en una epidemia que asola La Habana. Nada más empezar, parece como si Carpentier ya nos pusiera sobre aviso de que el dinero no asegura ni la felicidad ni la salud. El criollo pone en las funciones de Francisquillo a un liberto que toca ritmos de origen africano y recita con buenas artes un poema sobre su heroico abuelo, Salvador, que mató al fiero pirata luterano que quiso arrasar con su pueblo, y ganó así su libertad y el respeto de todos. La decisión de este cambio que hace desaparecer un personaje desde casi los primeros compases para nombrarlo solo al final como un recuerdo vago, en la tienda de música en la que le había prometido comprarle unas partituras, puede deberse a muchas razones, pero me resulta difícil no asociarlo a la historia de América y, más concretamente, de las influencias musicales. De América no se regresa a Europa tal y como se llegó, sino con ritmos caribeños, la sangre (más) mezclada y otra visión del mundo.
El binomio entre el criollo y su sirviente es pues una función con sentido histórico. A la oposición entre lo americano y lo europeo se superpone otro nivel entre el señor y el sirviente, dando lugar a un criollo que representa la América rica frente a la Europa depauperada y a un sirviente talentoso que incorpora los ritmos africanos frente a la música tradicional. No hay ninguna escena que subraye una opresión o un trato injusto de uno sobre el otro, salvo por el hecho de su posición asimétrica, sino que más bien se establece una relación de necesidad, casi de compadreo, afectuosa y cómica. El criollo, disfrazado de Moctezuma en las fiestas carnavalescas de Venecia, se siente más identificado con los aztecas que con Hernán Cortés cuando asiste a la representación de la ópera Vivaldi, con una empatía que reconoce a pesar de su sangre española. Mientras Filomeno, su sirviente, que en Madrid se hubiera conformado con las prostitutas que frecuentaba con su señor, toca una música que admira a Antonio Vivaldi y sus compañeros de fiesta pero que les resulta imposible maridar con sus instrumentos y sus ritmos europeos. El sirviente resulta más terrenal, más sensato quizá que el criollo. Su color es también un componente diferenciador, aunque recordemos que Carpentier dio una conferencia sobre cómo el hombre negro se convirtió en criollo al establecerse en América, es decir, cómo se transformó, se mezcló y surgió así algo nuevo, al igual que le sucedió al blanco y al indio. Esta mezcla que acontece en América, cultural y étnica, es la que luego viajará a Europa convertida en algo distinto de lo que partió de esta.
Pero el indiano, con quien se abrió la novela como personaje central, se va apagando según transcurre la narración. Primero de forma anecdótica y festiva, cuando cae rendido de sueño en sus aposentos venecianos, mientras Filomeno sigue de parranda, en la primera y premonitoria división entre ambos. Luego el personaje del criollo va despareciendo hasta que Filomeno pasa a ser el protagonista. Su final es de justicia poética, de liberación del sirviente frente al rico criollo infatuado con sus riquezas, un final, claro, que se une al destino de la música, porque Filomeno es más que un personaje, es una función materializada de la música caribeña, su origen y su destino. Si el primer capítulo estaba centrado en el señor, el último lo hace en el sirviente, con una saliencia simétrica que bascula del uno al otro, lo que, interpretado desde la línea histórico temporal de la obra, va desde el pasado esclavo del abuelo al futuro de la libertad y creatividad del siglo XX, cuando Filomeno coge nada menos que un tren para irse a París y asistir a un concierto de Charlie Parker, fusión de los sonidos de origen africanos con los instrumentos europeos. Este salto en el tiempo hacia el futuro, hacia el tren y la torre Eiffel, se produce después de la visita a la tienda veneciana de música, en donde el criollo recuerda las partituras que Francisquillo le había pedido, confirmando la hipótesis de que la música es el eje que permite la movilidad temporal en esta novela, su causante, su incitadora, su justificación poética. Y es en este salto temporal final, cuando se alcanza la síntesis final y el sentido último entre los distintos niveles de la novela: los diferentes ritmos musicales, el encuentro entre los dos mundos y la emancipación del sirviente frente al señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario