El primer capítulo de Homo Deus, a Brief History of Tomorrow retoma el último de Sapiens con la naturalidad de un libro dividido al azar en dos, aunque tocan temas muy distintos. Si en Sapiens, Yuval Harari se centraba en la revolución cognitiva, la revolución agrícola, la revolución científica y la unificación de la humanidad a través de imperios, religiones, ideologías y organizaciones, y escribía páginas brillantes sobre historia de las ideas, las bases ideológicas y las creencias del mundo en el que vivimos, con una técnica capaz de resaltar los grandes logros y ventajas de episodios de nuestra historia que a menudo interpretamos de forma negativa y de llamar la atención sobre consecuencias nefastas de cambios que vemos como positivos, llevándonos de un lado a otro con sorpresas e ingenio hacia una visión más amplia, en Homo Deus se abre a los escenarios posibles del futuro. Una vez convertidas en fenómenos marginales las hambrunas, las enfermedades mortales y las guerras que han asolado la humanidad hasta hace poco, consiguiendo que la gran mayoría de los humanos vivan ahora muchos años sin apenas, comparativamente, mortalidad infantil, mujeres fallecidas en partos ni hombres en batallas, o la infinidad de vidas salvadas gracias a los antibióticos y las vacunas, Yuval Harari indaga en los retos del futuro, la felicidad, la longevidad y las innovaciones tecnológicas, usando una técnica similar a la de su primer libro, es decir, mostrando las ventajas y desventajas de cada uno de los escenarios que él ha imaginado como posibles, junto a un análisis problemático de las cuestiones que nos esperan y el punto en el que nos encontramos, abriendo el debate a posibilidades que parecen de ciencia ficción, y que quizá lo eran hace unas décadas, pero que ya son una realidad cuyo desarrollo a corto plazo desconocemos y por tanto se nos pueden imponer como una realidad antes de que hayamos sido capaces de preverla.
La mejora del cuerpo puede venir por distintos campos como la ingeniería biológica, los ciborg y la ingeniería nanotecnológica, sin estar claro si uno podrá desarrollarse más que otro o cuál despuntará antes o cómo estos puedan conjugarse. Un ciborg, por ejemplo, puede operar desde otro lado del mundo, y de hecho ya hay experimentos en los que una persona o un animal mueve objetos desde otro lugar remoto. El hecho de manipular genéticamente algunos embriones para evitar ciertas enfermedades será la antesala, tarde o temprano, a que se manipulen para otros fines, convirtiéndonos por ejemplo en seres más longevos y sanos de lo que jamás llegaríamos por nuestras expectativas biológicas, pero esto, nos avisa Harari, ahondaría una brecha, puede que esta vez de insalvable, entre pobres y ricos. Gran parte del libro lo enfoca sin embargo a las consecuencias de la inteligencia artificial y cómo la recopilación de datos será capaz de mejorar nuestra vida, pero también permitirá a los algoritmos conocernos mejor a nosotros que nosotros mismos. Al fin y al cabo, las emociones no serían sino el resultado de unos rápidos cálculos que nos han sido útiles para nuestra supervivencia pero que están plagados de errores y sesgos, por lo que una máquina podría aconsejarnos mejor. Según él, apenas podemos pensar con nuestra imaginación biológica lo que una inteligencia no biológica puede llegar a hacer. Las tecnologías futuras no sólo abrirán escenarios nuevos con los que debemos lidiar moralmente, sino que cambiarían muchas concepciones como la libertad, el individualismo o el libre albedrío en las que se fundamentan nuestras sociedades, resultado según el autor de esa religión laica que es el humanismo, por lo que nos encontramos en un punto de inflexión en el que debemos decidir qué hacer con ese inmenso poder que la tecnología nos va a ofrecer antes de que esta decida por nosotros.
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