15 de enero de 2021

Verdad y justicia, crónica de un caso

Hasta la fecha los audiolibros que había escuchado eran de historia, psicología o filosofía, superando con regocijo el temor ante la desestabilizadora falta de letra impresa, pero nunca había probado con una ficción por distintas razones, desde mis dudas sobre la capacidad de un mismo actor de reproducir la variedad de voces de los personajes hasta un concepto visual sobre la página literaria. Sin embargo, al poco de empezar a escuchar Una novela criminal de Jorge Volpi quedé envuelto en la tensión del relato de una forma que, me pareció, la lectura no me habría ofrecido. Es cierto que no hay forma de comprobarlo ya que aún leyendo el libro el hecho de haberlo escuchado antes ya me tendría sobre aviso de los acontecimientos, y también porque el relato de Volpi pone sabiamente, como muchos otros en la actualidad, una escena trepidante sin información contextual en el primer capítulo para captar la atención del lector con la acción, la sorpresa y lo desconocido, antes de que este se cree un marco de referencia. Pensé entonces que cuando leo me fijo mucho en el estilo, en cómo son las oraciones, cómo se dividen los capítulos, y que en beneficio de la letra impresa había dejado de apreciar la oralidad del relato como hacen los niños cuando escuchan a un cuentacuentos. Yo nunca he acudido a lecturas públicas o familiares y lo único que sé de ellas está asociado en mi recuerdo a esa escena de Don Fabrizio en El Gatopardo saltándose discretamente breves pasajes de dudosa moralidad mientras leía a su familia o a esa anécdota de Karl Marx pidiendo a los representantes obreros españoles que, antes de entrar a discutir cuestiones proletarias, le leyeran unas páginas de El Quijote en español para escuchar cómo sonaba, es decir, vestigios de un mundo pretérito. Es posible que otra causa de mi encantamiento con la novela de Volpi haya radicado en que la gran mayoría de los audiolibros que he escuchado en los dos últimos años, desde que pasé de los podcasts a la compra de libros leídos, han sido en lengua inglesa, pero no sé hasta qué punto este hecho me hizo más sensible a sentir la narración con mayor intensidad. 

Sea como fuere, este libro de Jorge Volpi no es propiamente una novela sino la crónica de la detención teatralmente televisada, la acusación de secuestro y los juicios a Israel Vallarta y Florence Cassez, que tuvieron gran transcendencia nacional y repercusión internacional debido al conflicto diplomático que generó con Francia, y a través del cual nos introducimos en el mundo mediático, policial y político del Méjico de principio del siglo XXI. Para llevar a cabo esta crónica Volpi novela las partes más inciertas o desconocidas de lo ocurrido, pero incluso en esos casos el narrador nos avisa de antemano y tanto los giros lingüísticos como a veces los tiempos verbales nos indican que estamos ante una parte reconstruida por la imaginación de este narrador tan acertadamente elegido. Podría decirse, rompiendo un tabú esencial para la supervivencia de la literatura, que este narrador es el propio escritor, reordenando la información de años de seguimiento del caso, comentando el proceso de elaboración de la crónica y reflexionando sobre su dimensión y las distintas reacciones públicas y privadas al respecto, pero sobre todo haciendo un esfuerzo por encontrar la verdad en medio de un caso judicial de dimensiones kafkianas. Para ello avanza en una especie de movimiento circular, recapitulando cada cierto tiempo la nueva información para discernir entre lo que se sabe y lo que no se sabe, lo que es verdad y lo que es falso, sirviendo también al lector de puntos de referencia para evaluar el aluvión de afirmaciones contradictorias con respecto a los mismos sucesos. Como ocurre demasiado a menudo en la realidad, y al contrario de las ficciones que nos proporcionan la catarsis gracias a la revelación de los hechos, la crónica de Volpi se enfrenta con paciencia y tenacidad a la extrema dificultad de buscar la verdad. En vez de rendirse al escepticismo o a la resignación, o a ese vicio tan generalizado de la opinión partidista sin conocer bien los hechos, nos pone alerta y deseosos de saber más porque, aunque resulte imposible conocer la verdad última de lo sucedido, son muchos los interrogantes despejados durante esta investigación. 

La crónica de este caso real, comparado de forma tangencial con el caso Dreyfus varias veces en la novela, muestra la connivencia entre la manipulación de los medios de comunicación, la corrupción de las fuerzas policiales y los intereses políticos, que pasan por encima de los hechos para mostrar una buena noticia que sirva a la propaganda, así como la incapacidad de reconocer y corregir errores, sumando engaños a las mentiras iniciales. En medio de esta maraña de falsedades dirigida a encauzar la opinión pública de una población que sufre a diario los casos de secuestros, y está con razón especialmente preocupada y necesitada de soluciones contra el crimen organizado, unos pocos periodistas y abogados intentan descubrir la verdad y hacer justicia a contra corriente, aunque Volpi no los erige como protagonistas, aumentando el foco de la narración de los hechos y su representación mediática al laberinto judicial de pruebas y testimonios, muchos contradictorios y por tanto falsos en su mayoría, para llegar a las repercusiones políticas nacionales y las tensiones diplomáticas con el conflicto entre Felipe Calderón y Nicolas Sarkozy. La obra es un reportaje, un esfuerzo periodístico de estilo literario que nos adentra en las miserias de un sistema en donde los resortes democráticos y garantistas intentan hacerse un hueco a pesar de la corrupción. Pero a la vez que desenmascara a los medios, los políticos y las fuerzas del orden, no deja nunca de lado a los acusados sobre los que pivota esta trama de mentiras y corruptelas, tanto a la francesa Florence Cassez, cuya nacionalidad tiene un papel determinante en el destape de lo ocurrido, como a Israel Vallarta, el gran marginado en esta historia según palabras del narrador, cuyo destino será más oscuro y siniestro y a quien no se le prestará atención mediática, quizá -tal y como sugiere el artículo indeterminado del título- como a muchos otros acusados sin pruebas o con pruebas falsas en un país con la violencia desatada.

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