15 de diciembre de 2019

El presente según Yuval Harari

Yuval Harari ha escrito su último libro, 21 Lessons for the 21st Century, a partir de los debates surgidos en sus charlas y presentaciones sobre sus libros anteriores que lo convirtieron en mundialmente conocido. Si en Sapiens hablaba sobre las revoluciones del pasado que han cambiado la forma de vida del ser humano y la de entenderse a sí mismo, y en Homo Deus se lanzaba a especular sobre los escenarios más peligrosos a los que nos enfrentamos en el futuro, y cómo estos podrían alterar nuestra existencia, en este tercer libro toca temas variados, ya presentes en sus trabajos previos, que afectan directamente a las decisiones que debemos tomar en el presente antes de que sea demasiado tarde. Quizá el principal de estos temas sea el impacto de las tecnologías en el futuro inmediato, recalcando los riesgos frente a quienes sólo hablan de los parabienes. Para entender la profundidad de estos cambios Yuval Harari se sostiene en unas pocas ideas fundamentales. Una de ellas es la importancia vital de las narraciones para organizar y cooperar en gran escala, más allá del limitado espacio de conocimiento humano directo, que es capaz de hacernos sentir parte de grandes comunidades gracias a los mitos, ideas, símbolos e historias que compartimos, y los sacrificios que llevamos a cabo para realizarlas. Si grandes narraciones como la religión o el nacionalismo, aunque sobrevivan en esferas individuales y locales, se han quedado atrás ante la complejidad y la novedad del mundo moderno, la interpretación humanista del mundo también se está desestabilizando y perdiendo sustancia ante la llegada de nuevas tecnologías que ponen en tela de juicio verdades compartidas en nuestra cultura, tales como la creencia en el individuo y en el libre albedrío, o la confianza en nuestro instinto y sentimiento como la mejor guía para nuestras vidas, llenos como están de sesgos y equívocos constantes. 

Si las emociones son algoritmos de reacción rápida, lo que ya apuntan muchos como algo más que una metáfora contemporánea, es decir, si son el resultado de un montón de rapidísimas operaciones probabilísticas para darnos una respuesta inmediata a situaciones complejas en un nivel inconsciente, y estos algoritmos son imperfectos y están llenos de atajos y defectos, una inteligencia artificial hará tareas mejor que los humanos -ya hace muchas mejor de forma nada desdeñables-, y podría llegar a entender las emociones humanas mejor que nosotros mismos. En este caso también tendrá mejor intuición que nosotros ya que esta es también un cálculo rápido e inconsciente que nos guía antes de que racionalicemos con calma nuestras opciones. Esta es una idea ya apuntada en su libro anterior Homo Deus pero desarrollada en este porque resulta fundamental para entender su cuestionamiento del concepto de individuo propio del liberalismo y para avisarnos de los peligros de un futuro en el que bien podemos acabar controlados por nuestras creaciones. Yuval Harari nos avisa de que si seguimos con nuestros falsos mitos sobre una esencia especial del ser humano, el futuro va a cogernos por sorpresa sin capacidad de defensa. La inteligencia artificial puede reemplazar muchos trabajos, de conductores a médicos, y hacerlo mucho mejor que los humanos y llegar a mucha más gente, porque, entre otras cosas, están conectados a una red enorme y flexible, que, en caso de cometer un fallo, también sería un fallo que afectaría a muchísima gente, aunque también sería mucho más rápidamente corregible. Harari no sabe si esta tecnología provocará una nueva clase de gente inútil socialmente hablando a la vez que una escasez de trabajadores cualificados, o si hará que los humanos nos dediquemos a otro tipo de trabajos como el cuidado de las personas.

En cualquier caso, mejor estar prevenidos. Según Harari, Los adultos difícilmente podremos adaptarnos a cambios radicales de trabajo después de haber dedicado años de preparación a dominar los nuestros, y parece aún más improbable que ciertos trabajadores manuales o de servicios puedan reconvertirse con rapidez en profesionales de alta cualificación dedicados a la programación o creación de las máquinas. Los algoritmos que utilizamos a menudo, para navegar en la red, para guiarnos en el coche o para encontrar parejas en internet están ya cambiándonos desde el momento en que alteramos nuestra forma de escribir para encontrar mejor la información o para ser encontrados por otros en la red -por ejemplo, los títulos sensacionalistas de los artículos de periódicos-, o cuando nos fiamos más de la dirección marcada por el GPS que por nuestra memoria al rescatar una ruta que tomamos hace años, o cuando preferimos un programa que elige pareja por nosotros según una información que le hemos dado, sin conocer cuales son las reglas de su funcionamiento interno, pero gustosos ante la promesa de encontrar a esa persona que no hemos encontrado en nuestra vida diaria, más limitada que el amplio abanico del mundo virtual. No sólo existe el temor de que los algoritmos lleguen a sobrepasar en todo a los humanos, al fin y al cabo parece plausible que los humanos seamos sofisticados algoritmos adaptados a la caza y la recolección en la sabana, sino que la unión de la inteligencia artificial con la nanotecnología y la biotecnología puede generar escenarios inimiginables a corto y medio plazo. Yuval Harari suele enfatizar la neutralidad de la tecnología, cómo esta puede servir tanto para lo bueno como para lo malo según quién la utilice, pero en este libro deja caer también la posibilidad de una dictadura de los algoritmos. 

Es evidente que para llegar a plantearnos en verdad estos escenarios debemos seguir la lectura del libro paso por paso, idea por idea, y no por ejemplo a partir de esta reseña, pero si aún así alguno de estos temores le parecen al lector del libro propios de ficción futurista, basta leer algunas de las noticias que aparecen hoy en día en prensa (El Confidencial 20/09/19) para percibir que el potencial de manipulación y control de las nuevas tecnologías es abrumadoramente terrorífico y ya está con nosotros. No en vano, Yuval Harari considera que la ficción futurista es el gran género literario de la actualidad y, aunque muchas de las ficciones actuales sobre el futuro sean en realidad alegorías de temas contemporáneos, otras han tocado la fibra del futuro con una visión premonitoria, como el caso de Brave New World de Aldous Huxley, novela de la que hace un breve pero hermoso análisis en el que subraya la falta de estímulo trascendente del héroe en un mundo perfecto y su desolación ante la imposibilidad de retornar a la naturaleza una vez se ha avanzado hacia la modernidad. Ante la imposibilidad de volver atrás que refleja el libro de Huxley de forma trágica, consciente de regresar a una vida plagada de enfermedades, sufrimiento y violencia, y el hecho de que nuestros problemas más acuciantes son mundiales, Yuval Harari propone la globalización de la política, pero esta, para lograr su éxito, debe estar acompañada de una historia común, de una cultura global política y narrativa. Para ello pone como ejemplo a la Unión Europea, consciente de sus dificultades, efectos secundarios inesperados, férreos detractores populistas y todo tipo de fuerzas destructoras tanto desde dentro como desde fuera, pero que sin duda se trata del proyecto político más atractivo de nuestro tiempo y un experimento único de gobernanza común.

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