15 de septiembre de 2024

Sinceridad y compromiso

Compleja y larga, El cuaderno dorado se lee, sin embargo, con facilidad. El marco narrativo, que emerge repetidamente, narra la historia de dos compañeras de casa, Anna y Molly, el exmarido rico de la segunda y el hijo común de diecinueve años, sobre quien se cierne la desgracia. Esta bóveda narrativa está formada por diálogos, con una tensión emocional moteada por una prosa que aclara hechos del pasado e impresiones de la narradora. Hay tensión entre los dos personajes femeninos, y entre ellas y el exmarido Richard, una tensión a punto de explotar, que llega a surgir explícita pero que no estalla o se diluye para concentrarse y volver a aparecer en una nueva tensión llena de rencores y reproches, de miserias personales, pero también de lazos en común. En medio de esta historia se van intercalando los textos de varios cuadernos a modo de diarios que se dividen temáticamente según los distintos aspectos de la vida de la narradora, la escritora Anna Wulf, en donde los personajes y las historias vividas en el marco narrativo llegan a cobrar vida como personajes o historias de ficción de algunos de sus cuadernos, con distintos nombres y cambios más o menos significativos de sus personalidades, trasuntos unos de los otros, como la realidad misma hace con la ficción, pero en una ficción dentro de la ficción, alternándose en varios niveles. Los cuadernos acumulan vivencias distintas de una forma a veces caótica, pero sus pasajes más cautivadores hacen de la dispersión narrativa una especie de obra en construcción, de mostrar los fragmentos y flecos, con una naturalidad consciente del fluir de la existencia, que sin embargo está sujeta al marco que le sirve de límite y sentido. Al contrario de la intensidad de otras de sus obras, como en sus Relatos africanos o en El quinto hijo, en los que el lector se mantenía en vilo hasta el final, esta obra es más autoreflexiva, narrativamente más compleja y, dada su extensión, inevitablemente con más pausas del ritmo. 

Uno de esos cuadernos, el rojo, se centra en el conflicto de los ideales políticos con el comportamiento individual, incluido el de la narradora, y los hechos históricos. Desde las dudas a la hora de entrar en el Partido Comunista hasta la afiliación y la salida, Lessing retrata el sufrimiento que subyace a involucrarse en un partido creyendo en la mejora e igualdad del mundo y tener que convivir a la vez con el horror y las injusticias creadas por ese mismo partido. No solo retrata el cinismo de algunos afiliados y de los tres jóvenes que lideran el pequeño partido comunista en la ciudad de colonias, de la hipocresía de sus ideas y acciones, sino también el daño, la represión y la crueldad del comunismo que la historia no ha dejado de confirmar. La repugnancia ante los juicios y las purgas internas envenena hasta la médula cualquier buena intención, pero también el temor a ser juzgado como traidor, por lo que muchos continúan su compromiso por miedo o por cobardía. Los europeos se van enterando con pasmo del terror comunista, lo que convierte la permanencia en el partido en una insoportable mentira intelectual para quienes son sinceros, que pagan el precio del deterioro y el sufrimiento por la pérdida de ideales ante la trituradora de la historia, mientras, por otra parte, el macartismo americano persigue a unos y otros, generando un ambiente social hostil hacia quienes han simpatizado con la izquierda más radical. Estados Unidos, Europa, Rusia y África se ven reflejados así a través de unos personajes que conviven en una pequeña ciudad africana, en donde las extensas conversaciones entre jóvenes politizados, algo cínicos, coinciden en sus críticas a la colonización. Aunque la diferencia entre blancos y negros es el tema moral central que justifica la continuidad en la lucha política, encontramos una prueba de su afán globalizador en la transcripción de recortes de periódicos de la época con noticias políticas, desde la bomba atómica a la guerra de Corea o los ataques del Mau Mau. 

Si la política ocupa casi todo el principio, el espacio dedicado a la sexualidad y las relaciones amorosas de cada personaje crece según avanza la novela. La experiencia de las dos mujeres, y sobre todo la mirada de la narradora Anne Wulf, ofrece una visión desde los márgenes, desde una perspectiva externa en una sociedad que presupone el matrimonio, de dos mujeres que se acuestan con distintos hombres, muchos de ellos casados, y que penetran así, a través de sus experiencias con ellos, en sus historias familiares a la vez que narran las suyas propias. Muchas de las aventuras amorosas narradas son un espejo distorsionado de las vividas, una ficción dentro de la ficción, tanto por ellas como por otras personas, pero también, al igual que con los recortes de noticias internacionales, en este otro cuaderno se enumera una serie de esbozos de cuentos cuya idea principal gira en torno a las relaciones de pareja. De fondo, casi siempre, la imposibilidad de la felicidad plena, con las corrientes emocionales subterráneas que alteran la conducta de forma aparentemente incongruente o irracional, las frustraciones del sexo y el amor, la carga del pasado y lo desagradable de verse reflejado en el otro. El hecho de que, tras uno de sus encuentros sexuales, Anne piense que el sexo es el opio del pueblo no solo alude a una fórmula que une dos de los temas centrales de la novela, la política y el sexo, hasta entonces bien separados, sino que también nos dice mucho de la opinión del personaje sobre las preocupaciones de los seres humanos en un mundo -aún no era el de las sociedades modernas dirigidas hacia la juventud- en el que la vida sexual y emocional acapara las preocupaciones de tantos, hasta tal medida que poco o nada queda para la dedicación política. Que esto lo diga o lo piense un personaje que, además, trata abiertamente el sexo, más de lo que en alguna vez dice que le gustaría, no es una contradicción sino una de las conclusiones posibles, y en el fondo común, de quienes meditan sobre la sexualidad, como si alguna vez se preguntaran por el sentido de todo ese desvelo y sufrimiento. 

Las reflexiones a lo largo de la novela, tanto en boca de sus personajes como en la prosa, en ocasiones son vibrantes y brillantes, incluso hermosas o conmovedoras, de gran penetración a pesar de que, debido al juego narrativo de los cuadernos, su certeza es insegura ya que estas pueden contradecirse más tarde o transformarse según los cambios del estado emocional, que a su vez transforman la manera de ver la realidad, de tal forma que nos hace consciente como lectores de cómo la narradora captura una percepción subjetiva y transitoria, y no verdades absolutas. El juego de los cuadernos se hace aún más complejo cuando nos narra los comentarios de su psiquiatra o la lectura del diario de uno de sus amantes en el que habla sobre ella, con lo que vemos reflejada a Anna, o a su alter ego narrativo en sus cuadernos, en un espejo frente a otro espejo cuya imagen se multiplica. O cuando se habla de la primera novela de su personaje, de las reseñas escritas por los críticos, de lo que otros opinan al leerla, de las repercusiones que su publicación ha tenido en su relación con los demás, o de los cambios de sus propias opiniones sobre esta, porque ni la misma Anna Wulf ve con los mismos ojos su obra con el paso del tiempo. Pero es la intención de la industria audiovisual de llevar su novela a la televisión uno de los temas más recurrentes, ofreciéndonos una imagen crítica del mundo del cine y la televisión, de la banalización y simplificación de la cultura de masas, y de cómo la industria se pliega a los prejuicios y presiones políticas. Al querer estos extirpar la cuestión racial para dejarla en la historia de amor, vacían su novela y la despojan de su sentido, y al no querer nada con ella al saberla comunista se achican ante la persecución del macartismo. Así, la política referida al Partido Comunista, la sexualidad centrada en la vivencia de sus personajes femeninos y la reflexión sobre la propia narración se convierten en los ejes principales de esta novela que, a pesar del esfuerzo por separarse, se superponen inevitablemente en todos sus planos.

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