15 de septiembre de 2023

Pynchon llevado al cine

Hay buenas películas inspiradas en novelas mediocres y películas mediocres inspiradas en buenas novelas, a veces incluso hay buenas películas de buenas novelas, así como supongo que habrá malas películas de malas novelas, pero de esas casi ni nos enteramos. La idea es que, aún compartiendo el aspecto narrativo de una historia, el cine y la novela son medios en los que la materia es radicalmente distinta y, por tanto, el traslado de una a otra forma no tiene por qué dar buenos resultados y se necesita, como mínimo, una buena adaptación. Para un cineasta que admira una novela, o que quiere adaptar su historia al cine, sobre todo si hablamos de una novela conocida, surge pues la cuestión de cómo cambiarla sin dejar de ser fiel al original o sin perder su esencia. A este dilema debe haberse enfrentado Paul Thomas Anderson, director de películas como Boogie Nights, Magnolia, The Master o la reciente y amable Licorice Pizza, cuando rodó Inherent Vice (2014), basada en la novela homónima de Thomas Pynchon (2009), la única versión fílmica de una novela del autor, que al parecer fue muy bien recibida en su estreno por haber captado el mundo narrativo de Pynchon, el paisaje, la época, sus obsesiones narrativas y, sobre todo, ese tono entre humorístico, melancólico y gamberro de la novela, lo que no es poco. Los teléfonos, la tele, los trayectos en coche, el ambiente sesentero, el ingenio picante de las conversaciones o lo grotesco de algunas escenas captan sin duda el estilo de la novela, pero son la música, las imágenes y los actores los que dotan a la película de un peso específico inexistente en la novela. 

La música se ajusta como un guante discreto a la película hasta el punto de que, hasta que no escuché la banda sonora aparte, no me di cuenta de lo bueno que me resultó lo compuesto por Jonny Greenwood. Las melancólicas pistas “Shasta”, “Shasta Fay” o “Shasta Fay Hepworth”, tituladas con el nombre de la exnovia de Doc a quien no puede olvidar; la belleza clásica de la música de suspense en “Meeting Crocker Fenway”, “The Cryskylodon Institute”, “Adrian Prussia” o “Golden Fang”; o los monólogos psicodélicos “Spooks” o “Under the Paving-Stones, the Beach!” como sacados de un disco de The Doors. Las imágenes también son variadas, oscilando entre la claridad californiana y la nocturnidad vaporosa y onírica, casi siempre con planos de escenas en interiores, sin amplios paisajes ni primeros planos, pero con una elegante elección de los colores y unas transiciones ejemplares. En cuanto a los actores nunca me he sentido capaz de juzgar su trabajo, carezco de criterios como para hacer siquiera una aproximación, pero no puedo dejar escapar la sensación de que Joaquin Phoenix en su papel de Doc Sportello es capaz de acaparar la pantalla y atrapar al espectador de una forma única y distinguible, con lo que confieso mi fascinación por este actor y por su elección de las películas en las que participa. También me ha parecido que el papel de Josh Brolin haciendo de Bigfoot no es poca cosa, con ese toque de conservadurismo patológico y odio ambiguo hacia los hippies y lo que estos significan, pero con quien Doc colabora. En general, me ha gustado el reparto de actores, casi todos con personajes excéntricos o alocados que aportan el toque psicodélico y grotesco a la película. 

Dicho esto, me interesan sobre todo las diferencias entre la novela y la película, y lo que esto conlleva para el entendimiento de la historia. La película tiene el acierto de convertir a un personaje femenino en la voz de la narradora, con una voz sensual y una amistad comprensiva hacia Doc, aunque desaparece de forma incongruente en alguna escena, como cuando van a visitar los terrenos que el magnate Mickey Wolfmann quiere edificar. Por lo demás, sigue en sus primeros compases fielmente a la novela, empezando con la visita de Shasta a casa de Doc para hablarle de los planes de hacer desaparecer a Mickey, pero pronto empezamos a notar que se reducen, cambian o eliminan escenas. Lo que en principio era una fiel adaptación se convierte poco a poco en una historia recortada con respecto a la original, necesitada cada vez de más cambios para mantener la coherencia como película. Inevitablemente, una novela de varias tramas y muchos personajes, debe reducirse para convertirse en película. Desaparecen personajes de la novela y, quizá peor, algunos salen solo una vez cuando en la novela lo hacen varias veces, planteándonos el sentido de su aparición única, en la que quedan como descolgados. El equilibrio original de personajes se rehace hacia un antagonismo entre Doc y Bigfoot, que en la novela queda diluido ante la mayor presencia de otros personajes. Es comprensible que se pierdan ciertas escenas, como por ejemplo las de la visita de la familia de Doc o las del sistema de comunicación de computadoras ARPAnet, y también que se rehagan otras de tal forma que el personaje se entere de tal o cual cosa en otro lugar o momento o por un personaje distinto, pero este proceso de reducción y cambio tiene consecuencias. 

Según las diferencias con respecto a la novela se van acumulando, la película necesita encontrar la coherencia por caminos propios, pero la verdad es que las tramas quedan sueltas, sin que sepamos bien qué las unía, y no se concretan las causas de lo ocurrido, con el efecto de dejar en un halo de misterio y ambigüedad a la historia detectivesca y dotar de mayor importancia a la del amor de Doc hacia Shasta. A pesar de lo que se va descubriendo en la pantalla y de la necesidad de coherencia con la que el espectador une los puntos de lo contado, cuesta entender cómo pueden comprenderse las tramas de fondo, y sus conexiones, al haberse escamoteado algunas claves de la novela. Este halo de irresolución no importa mucho en el primer visionado, o por lo menos a mí no me resaltó a nivel consciente, quizá porque la película cautiva en su nivel emocional, con su música y sus escenas, con su estilo y comicidad, por los ambientes californianos setenteros, las caracterizaciones de los personajes y las situaciones en las que Doc se ve envuelto. En efecto, la película pierde en coherencia, pero quizá gana en intensidad y no deja de resultar de lo más entretenida. La caracterización de personajes, por ejemplo, tiene aciertos propios hilarantes, como el detalle genial de los pies sucios de Doc por ir descalzo a menudo, que no aparece en la novela. Se confirma pues, en este caso, el tópico de la complejidad narrativa de la novela, que abarca más y con más detalle, frente a la versión fílmica, reorganizada y resumida hasta el punto de perder partes esenciales, que sin embargo no deja de seducir al espectador gracias a la música y las imágenes, y sin duda gracias al trabajo de actores como Phoneix.

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