15 de enero de 2019

Joe Sacco y Guy Delisle en Palestina

Cuando le niegan el permiso para ir a Gaza por ser dibujante, el personaje alter ego de Guy Delisle en Chroniques de Jérusalem pregunta si acaso lo han confundido con Joe Sacco, creador de títulos no sólo estremecedores sobre la vida y la historia de los palestinos, como Palestine o Footnotes in Gaza, sino también unas cumbres del periodismo en cómic como género híbrido y del cómic como obra de arte, de cuyo trabajo, como bien indica la broma, aflora una crítica rotunda a la ocupación, a sus justificaciones y sus métodos, hasta el punto de que asociaciones humanitarias prefieran no invitar al territorio de Gaza a dibujantes, con sus retratos grotescos y narrativas incómodas, más ácidos que las palabras o las imágenes sueltas y, quizá, más populares e influyentes en la consciencia colectiva, así que al lector no le queda sino suponer el temor de esas asociaciones a que se les retiren los permisos para seguir haciendo su labor. Joe Sacco se remonta a los sucesos del pasado para explicar el presente e indagar en ellos como reportajes en donde rescata la memoria histórica. Se prepara entrevistas, planifica visitas y contrasta la información, mostrándonos el proceso de su obra, sus aciertos y fracasos, los hechos comprobados y los descartados, y también los que no están claros, flotando entre unos y otros, y contrapone el pasado a su vivencia en el presente de la investigación, en una doble temporalidad consciente a la vez de su recreación histórica y del testimonio periodístico del presente. En Guy Delisle, sin embargo, no hay indagación periodística ni se trasluce investigación histórica, sino la representación de un turista curioso vagabundeando que se apunta a cualquier visita que le ofrezcan y que aparece casi indefectiblemente en cada una de las viñetas. 

Delisle toca muchos temas, cierto, pero de una forma tan ligera y aparentemente azarosa que pasan ante nosotros con desgana, con su alter ego más preocupado en la guardería de sus hijos o en encontrarles un parque en condiciones que en indagar en el conflicto entre israelíes y palestinos, como si ya estuviera todo dicho al respecto o no le interesara, pero representándolo en cada uno de los pormenores casuales de su vida cotidiana. Hay historias y experiencias que se las cuentan a su personaje sin él pedir información y en situaciones fortuitas, e incluso hace gala de no interrogar a la otra persona para no fastidiarle su único momento de esparcimiento o por no entrar en detalles escabrosos, sin  ofrecernos una reconstrucción en imágenes de lo vivido por ese otro ni enterarnos por los diálogos de lo sucedido. El pasado no se representa, aunque sea información fiable y contrastable de primera mano, tan sólo lo que él ve, pero su limitación es también su logro, ya que sin indagar en nada, salvo pasearse durante un año por los lugares más conocidos como si siguiera una guía turística, va tejiendo un tapiz de experiencias que nos dan la idea de la vida cotidiana tanto en un barrio residencial como en el centro de Jerusalén. Una vez, se entera de que un dibujante palestino sólo ha conocido a un israelí en su vida, el cual había estado en su ciudad en un carro de asalto, y aunque esta anécdota apunta a la falta de contacto entre unos y otros no se extiende ni ahonda en esta idea a la manera de un vector en la narración, sino que queda como una sugerencia más entremezclada con sus dificultades personales tanto artísticas como de la vida diaria y familiar. 

Pero cada anécdota observada, contada de forma ingenua como si no hubiera ideología ni análisis detrás sino el ojo despejado y nada comprometido, apunta a su vez a algunas ideas de fondo que van dibujando un fresco de inferencias sobre la situación. Sus observaciones se extienden a los coches y las casas, los muros y controles divisorios, la vida de los barrios o las tiendas y sus productos, de tal forma que las clases sociales, las costumbres y las religiones quedan reflejadas con una sutil ironía que no está exenta de comprensión y que nos revela las contradicciones entre las ideas y la realidad o entre las acciones mismas de las personas. Si bien Joe Sacco convive entre los palestinos en las zonas más conflictivas durante unos meses, dedicado noche y día a sus entrevistas y visitas con la inestimable compañía de guías palestinos que hacen de traductores y lo ayudan a profundizar en su investigación, Guy Delisle vive en un barrio residencial durante un año para cuidar de su hijo mientras su mujer trabaja de administrativa en una organización no gubernamental, haciendo de sus encuentros casuales el armazón de lo que podría llamarse un diario de viajes. Sin embargo, entre la estancia de inmersión y reportaje periodístico de Sacco y la estancia familiar y turística de Delisle hay también puntos en común, surgen temas similares y nos llevan a conclusiones parecidas, aunque con distinta intensidad. Mientras Sacco muestra las condiciones de vida y las injusticias a las que han sido sometidos los palestinos, tanto en el pasado como en el presente, indagando incluso en sus causas económicas y políticas, Delisle las sugiere lo suficiente como para no poder escapar a la sensación de que algo está pasando entre bastidores.

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