Hace unos años tuve la hasta entonces insólita experiencia de estar en una playa de arena blanca en Fuerteventura, rodeado por sedimentos y lavas volcánicas petrificadas en el tiempo, mientras escuchaba en mi reproductor digital una clase de Harvard que acababa de descargarme horas antes en casa, pero que bien podría haberlo hecho en ese mismo paraíso, tras unos minutos de espera, gracias a la conexión 3g. Sentí una emoción de incredulidad vencida y de ilusión al abrir una puerta con nuevas posibilidades. Recuerdo la arena cálida y un grupo de surferos a lo lejos que se esmeraban en mejorar la técnica de mecerse sobre la tabla. Desde entonces he escuchado y visto en universidades norteamericanas, y alguna británica, a ponentes de la talla de Umberto Eco, Ian McEwan o Toni Morrison, y he descubierto a otros muchos que me eran desconocidos y que han significado para mí un estímulo intelectual que quizá se hubiera desvanecido lentamente o habría sido más pobre.
Me asombra que estas universidades, la gran mayoría de Estados Unidos, cuyos presupuestos y gastos son ingentes, siendo muchas de ellas carísimas para sus estudiantes, obren con tanta generosidad al compartir con el resto del mundo las clases de sus profesores y hasta de sus ponentes invitados, que no se cotizan baratos precisamente. No tenían por qué hacerlo gratuitamente, pero lo hacen. Hay cursos enteros y ponencias de psicología, política, historia, literatura, idiomas o economía, por sólo nombrar algunas áreas. Hay tantos que empiezo muchos más de los que termino, pero sigo maravillándome ante la calidad de algunos de ellos. A veces me pregunto por qué aún no lo hemos hecho nosotros en Europa ni en el mundo hispanohablante, por qué nuestras universidades permanecen timoratas ante la nueva realidad técnica o por qué la mayoría de nuestros profesores universitarios no han dado el salto a grabarse o poner al alcance de todos las grabaciones de los invitados a las facultades.
Hay quienes ya lo hacen, lo sé, y tienen mucho mérito, pero esos podcast, si se suben a la red, suelen estar prácticamente escondidos en las páginas de las universidades. Además, al no facilitarse en programas de gestión común en donde colgar y descargar las conferencias, charlas, coloquios o clases, como por ejemplo ofrece el iTunes U con tantas universidades anglosajonas, las grabaciones se convierten en archivos difíciles de encontrar entre la espesa selva de las webs, a no ser que alguien del entorno nos envíe el enlace preciso. No creo que sea tan difícil ponernos a la par, tenemos capital humano de calidad para ello. Hay muchos temas y personas interesantes que las universidades hispanoamericanas y europeas, estando España en ambos grupos, pueden aportar y proyectar al mundo. Deberíamos aprender a valorar lo bueno que tenemos, que es mucho, pero también a estimar e imitar lo mejor de lo que hacen los demás. Y en este caso las universidades norteamericanas nos están dando una lección magistral de la que deberíamos aprender.
2 comentarios:
Me encanta!!opino lo mismo!
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