Sucedió una tarde hará unos cuatros años. Mientras navegaba por internet encontré la página de Casa de América y cuál fue mi sorpresa cuando me di cuenta de que podía escuchar, y hasta ver, en la antigua sección de Mediateca, ahora Temas TV, una conferencia que Vargas Llosa había impartido días antes en Madrid. Escuché en primer lugar unas palabras que, por el mundo que abrían ante mí, me resultaron mágicas. Una organizadora del evento rogaba a los asistentes que se sentaran en la sala adyacente, desde donde podrían seguir al ponente por unos altavoces, debido a que ya no quedaban asientos en la sala principal. Yo, mientras tanto, veía y escuchaba al escritor perfectamente, como si estuviera en medio de la abarrotada sala y no, como estaba, sentado en el sofá de mi casa cómodamente, en una isla remota cerca de la costa africana a miles de kilómetros de la capital. Durante una hora, más o menos, presencié aquella conferencia maravillado.
Desde entonces, además de dar gracias a internet a diario, he sido un intermitente seguidor de páginas como la de Casa de América o la del Círculo de Bellas Artes de Madrid, en donde he podido ver y escuchar a autores que jamás hubiera imaginado. Por desgracia, algunos de los archivos de estas páginas no quedan almacenados definitivamente en sus webs; recuerdo con suma gratitud la grabación de la conferencia dada por Susan Sontag, que aún me arrepiento de no haber guardado. Hay ya muchos centros culturales que permiten la descarga de sus conferencias o el visionado directo en sus páginas webs, o ambos. Además, algunos son accesibles a través de programas de gestión de podcasts, por ejemplo las charlas del Walker Art Center o las clases y conferencias de múltiples universidades anglosajonas, lo que facilita la suscripción, una búsqueda organizada, un fondo permanente más estable y, como consecuencia, una mayor y mejor divulgación.
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