Por lo que parece, vivimos en una batalla de formatos, reflejo de las inseguridades y efervescencia del sector y las luchas vanas por hacerse con un poder transitorio en el que difícilmente podrán triunfar todos o en el que ninguno lo hará de forma exclusiva. Si su biblioteca se incendia o, después de muchos años, los libros de su abuelo se han deteriorado considerablemente, será causa de un accidente o el inexorable paso del tiempo, una desgracia difícilmente evitable, como también lo sería el robo de nuestro lector con cientos de obras descargadas en él. Pero si empezamos a comprar libros electrónicos que están en distintos formatos, que a su vez dependen de distintas empresas y con frecuencia son exclusivos de sus dispositivos de lectura, nos vemos sometidos a un mercado fragmentado e incierto que amenaza con muchos cambios, apariciones y desapariciones, y con el consecuente temor a que nuestras compras en tal formato de tal compañía, o en tal otra, nos sean inservibles en caso de cambiar de marca o de defunción empresarial.
Quizá éste sea un temor infundado porque el futuro nos depara la convivencia armónica de diversos formatos, pero a día de hoy esta situación hace dudar a muchos usuarios, obligándonos a informarnos de las posibilidades de cada lector. Hay dispositivos de tinta electrónica que permiten muchos formatos, otros no. En el Kindle no pueden leerse los libros del Nook de Barnes and Noble, por ejemplo. Mientras que en el español Papyre, o tantos otros, no pueden leerse los de la tienda Amazon, que son con diferencia quienes venden más en el mundo y poseen un catálogo mayor. En los móviles y tabletas el mercado está más movido últimamente. Las tiendas de Apple y de Android, a la que a pesar de los fabricantes se conectan ya también algunos lectores de tinta, ofertan aplicaciones de distintas empresas que permiten acceder y comprar libros en sus formatos respectivos, permitiéndonos tener varias bibliotecas en el mismo dispositivo, según la librería en donde los hayamos comprado.
Ésta resulta por ahora la mejor forma de sortear las limitaciones de los distintos formatos y diferentes lectores electrónicos en un entorno de oferta débil, con los editores temblando y cada cual tirando para su lado. Sin embargo, no acabo de sentirme cómodo con esta disgregación. Preferiría que, comprara en donde comprase y en el formato que fuera, pudiera ordenar los libros en una única biblioteca que, por supuesto, me permitiera trasladarlos de dispositivo si me apeteciera cambiar de compañía, y no perderlos para siempre. Desconozco, eso sí, cuál o cuáles son los mejores, pero creo que la búsqueda de un formato ideal pasa por elegir uno o varios que no estén adscritos a ninguna compañía, por ejemplo el ePub tiene sus limitaciones pero es una buena alternativa. Por otra parte, se hace necesario un acuerdo sobre el dichoso DRM o que programas como el iTunes de Apple no restrinjan el uso de los libros en caso de tenerlo, ya que hasta ahora sus usuarios fuera de Estados Unidos no pueden ni comprar aún libros en su tienda ni adquirirlos en otras plataformas como Libranda.
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