Cuando veo una revista cultural en la red que funciona, además de admirarme, me gusta fijarme en los elementos que la han hecho posible. Es el caso de solodelibros, que ha acumulado con el tiempo muchas reseñas interesantes gracias a un trabajo constante y en apariencia modesto, que sin embargo aporta mucho para quienes queremos informarnos sobre novedades de calidad en la inabarcable oferta editorial. Los firmantes son un tal Sr. Molina y una tal Sra. Castro, que bien podrían ser uno solo, dos hombres o dos mujeres, o un grupo de amigos, como también podrían ser los apellidos reales de sus autores, aunque las formas de cortesía Sr. y Sra. les confieren cierto aire de ficción decimonómica. Nada de esto se aclara rastreando en la sección de “Quiénes somos”. Tampoco se dan prisa, por lo que no creo que sean muchos, pero no paran, ya que leen y escriben a un ritmo envidiable si se tiene en cuenta que probablemente han de trabajar para alimentarse, quizá tengan familia a su cargo, y hasta problemas e inconvenientes de vez en cuando. Últimamente han quitado los artículos de colaboradores y las entrevistas, algunas a personajes destacados del mundo editorial español, y se han centrado en las reseñas, su seña de identidad.
Desde que me suscribí me llegan al correo según van saliendo y puedo leerlas en cualquier lugar y momento, en el descanso del trabajo, en la guagua o en una cafetería, o en cualquier otro hueco del día. El esfuerzo que hacen es encomiable. Se necesita mucho amor por los libros y entusiasmo para ofrecer a los demás tanto trabajo sin recompensa económica ni apenas reconocimiento público (reciben pocos comentarios a sus entradas). Aunque la mayoría de las veces no comentan libros de escritores vivos, pisando sobre seguro, doy a sus reseñas bastante credibilidad y muy a menudo consiguen estimularme el apetito lector. La excepción a esta comprensible prudencia hacia lo contemporáneo la han puesto ambos autores, si es que son dos, a la hora de reseñar ensayos relacionados con la crisis que estamos sufriendo, en los que se respira, como al comentar las novelas, una libertad crítica que no encuentro en las revistas culturales de la prensa. Ciertamente, el riesgo de incurrir en juicios precipitados, a veces injustos, sobre el trabajo ajeno es mayor así, todos sabemos en qué puede transformarse un chat, por ejemplo, pero los lectores también somos capaces de forjarnos una opinión contrastada y reconocer el mérito de unos y de otros.
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