15 de abril de 2015

La representación del Oriente

Profesor de lengua inglesa y literatura comparada, de gran cultura y con un impecable acento inglés propio de un refinado intelectual estadounidense de la costa este, Edward Said originó en su día un seísmo académico con un libro seminal, Orientalism, en el cual defendía la tesis de que los estudios conocidos como orientalistas habían estado marcados por los prejuicios e intereses coloniales de las potencias occidentales hasta el punto de haberse generado un corpus académico inmenso teñido de interpretaciones erróneas. Lo que ahora nos resulta sensato generó en 1978 todo tipo de reacciones, algunas violentamente adversas. Las generalizaciones que los estudios orientalistas atribuían al Oriente eran de por sí imposibles. Orientalismo fue durante siglos una etiqueta que abarcaba el estudio de grupos, pueblos, lenguas y regiones diversos y amplísimos desde Marruecos hasta el Japón.

Ilustración: Jean-Léon Gérôme,
Charmer de serpent.
Según Edward Said, aunque tal clara división entre Oriente y Occidente no se sostenía si se miraba atentamente la realidad de cada uno de los países, ya de por sí complejos, ésta condicionó desastrosamente el debate académico, los prejuicios sociales, la imagen de las gentes de esos pueblos en el arte, la literatura y los medios de comunicación y, quizá lo más grave, tuvo y aún tiene consecuencias directas en la toma de decisiones políticas. Eso que las potencias colonizadoras llamaron Oriente era demasiado distinto entre sí como para entenderse como un bloque unitario. El orientalismo, argumentaba, no dependió tanto del Oriente mismo sino de la imagen que Occidente proyecta de él, definiéndose por lo opuesto de la imagen asignada al otro. Como ya había entendido Schopenhauer, no se trata de Oriente u Occidente sino de nuestra representación de Oriente y Occidente. En este sentido el orientalismo afectó por igual a la imagen de los judíos y de los árabes.

Edward Said aporta muchos fragmentos de textos que evidencian la relación del afán imperialista de los países colonizadores con la producción de los estudios orientalistas desde el siglo XVIII hasta el siglo XX, haciendo un recorrido desde la invasión napoleónica de Egipto, pasando por el auge del imperio británico frente al debilitamiento de Francia, hasta el dominio actual de los Estados Unidos, que tras la Segunda Guerra Mundial desbancó a las potencias europeas pero que, en parte, ha absorbido, junto a sus intelectuales, sus ideas hegemónicas. Más conocimiento significaba más poder y más poder debía llevar a más conocimiento, pero mucho de ese conocimiento estaba intrincado con las justificaciones coloniales relativas, por ejemplo, a la incapacidad de los nativos de gobernarse a sí mismos, a su pereza natural para el trabajo y a infinidad de flaquezas morales de sus habitantes. 

Pero sin duda el mejor resumen de algunas de sus ideas se encuentra en un artículo escrito por el propio Edward Said, “Oriente y Occidente, mitos de una geografía imaginaria”, que es de acceso gratuito en los archivos digitales de El País. El artículo subraya la idea de Oriente como una construcción desde Occidente, idealizada o menospreciada, pero raramente con intención de ser objetiva, y vista mayoritariamente como una totalidad que ignora sus muchas diferencias internas. En su brevedad también toca otros temas íntimamente relacionados que serán una constante en la obra y activismo de este intelectual de identidad múltiple: La actitud y política de las potencias occidentales con respecto a los países árabes y la situación de Palestina.

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