15 de enero de 2015

La libertad según Isaiah Berlin

Lo primero que llama la atención de la lectura de Isaiah Berlin es su escritura clara y ágil. Expresar ideas complejas en un estilo sencillo pero sin simplificarlas fue precisamente el ideal de estilo de aquellos hombres de la ilustración a los que Berlin dedicó buena parte de su vida. En este viaje desde las ideas del pasado ilustrado, y sus consecuencias sociales, hasta las ideas del presente se sitúa su famoso ensayo Dos conceptos de libertad, un texto breve que da sentido a muchas de esas ideas e intuiciones desordenadas y contradictorias que generalmente tenemos sobre la libertad, ofreciéndonos una perspectiva capaz de alumbrar multitud de temas inesperados. Resulta pues una lectura inspiradora tanto en los detalles como en las ideas generales. 

Lejos de los abundantes comentaristas que repiten la palabra libertad como un mantra sin que los lectores sepamos exactamente a lo que se están refiriendo, Isaiah Berlin hace un análisis complejo de la libertad, un intento de pensar sobre ella con todas sus consecuencias, de encontrar sus límites y justificaciones, y de ajustarla a la experiencia vital, económica y política. Ciertamente existen muchas definiciones para esta palabra que él aborda desde dos sentidos generales, el negativo y el positivo. La libertad negativa sería el deseo de que nos dejen en paz y tiene como consecuencia la delimitación de la capacidad de la autoridad para inmiscuirse en nuestra existencia. La libertad positiva, sin embargo, desea la participación en las decisiones de gobierno para hacer al individuo dueño de su propio destino. A partir de esta división hace historia de las ideas, las sigue, las encuadra y las ordena hasta ofrecernos conclusiones brillantes e inesperadas. 

Para Berlin la libertad negativa es un bien raro, tardío y propio de una cultura exquisita que, al contrario de lo que muchos han creído, no tendría que estar necesariamente ligada a la democracia, de hecho ha sido negada por ella en alguna ocasión. Mientras la libertad positiva, incluso en el caso de estar motivada por una causa justa y loable, puede abocarnos al despotismo, a la justificación de actos inmorales o a la arrogancia ante quienes creemos incapaces de darse cuenta de esa verdad que supuestamente los liberará. Este proceso típico de los sistemas opresivos sería consecuencia del anhelo de una sociedad perfecta regida por un sólo principio, al que Berlin llama monismo y al que Karl Popper llamaba esencialismo metodológico. La solución pasa pues por la pluralidad de las sociedades y por entender que los hombres tenemos fines múltiples, lo que no elimina nunca del todo la posibilidad de conflicto.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Interesante

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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