15 de diciembre de 2014

El proceso, obra inacabada

El proceso de Kafka es una obra inconclusa. Hay capítulos empezados o descartados que apenas sabemos cómo hubieran encajado en la narración y largos tachones que nos sugieren hasta qué punto Kafka podría haber seguido corrigiendo esta novela de no haber empeorado fatalmente de la tuberculosis que lo mató a los cuarenta y un años. El tamaño de los capítulos es claramente irregular, con algunos breves junto a otros mucho más largos. Frente a la relativa igualdad de tamaño de los capítulos en El castillo, obra también inacabada pero en un grado de finalización mayor, resulta probable que Kafka hubiera continuado añadiendo, dividiendo y quizá cortando. En contra de esta primera observación puramente formal, cuya finalidad sería la armonía textual y la cortesía hacia el lector, estaría el hecho de que los capítulos en El proceso tienen una unidad temporal que justifica plenamente su división tal y como la conocemos: En cada uno se narra una jornada alejada de la anterior y la posterior, a veces por meses. ¿Qué decisión habría tomado Kafka? Si nos fijamos otra vez en El castillo encontramos que las transiciones de los capítulos continúan la acción allá donde el capítulo anterior la abandona, sin la existencia obligatoria de un cambio de escena y sin respetar la unidad de tiempo por cada capítulo, más bien guiado por una unidad de acción que suele llevar por título el nombre de los personajes con que el agrimensor se va encontrando o los lugares que visita, es decir, que de seguir el mismo modelo de su otra novela Kafka podría haber troceado los capítulos de El proceso según las entrevistas que se suceden aunque estas ocurrieran en la misma jornada. Ésta es sin duda una reflexión peregrina, ya que nunca sabremos lo que Kafka realmente habría hecho.


Por otra parte, si bien es cierto que hay múltiples elementos que denotan una atmósfera onírica claramente intencionada, por ejemplo la alteración de las dimensiones de los espacios o la existencia de puertas misteriosas en lugares inesperados, también es cierto que la obra inacabada, debido a la fragmentación, enfatiza la impresión de ensoñación. Resulta tentador y emocionante pues interpretar la obra como si de un sueño hecho literatura se tratara, sacarle múltiples lecturas y tirar de distintos hilos biográficos, aunque al final las conclusiones se nos resistan. Pero tampoco creo suficiente, aunque necesaria, una lectura puramente formal como proponía Nabokov (quien al parecer llegaba a proyectar el dibujo de un escarabajo para explicarle a sus alumnos las partes del insecto como requisito imprescindible para comprender "La metamorfosis") ya que la novela está llena de sugerentes posibilidades difíciles de obviar: La culpa que tanto se esmera en negar, las relaciones eróticas bruscas, la sátira de un sistema jurídico que conocía bien como abogado, la interferencia cada vez más angustiosa de su proceso en su horario de oficina tal y como quizá hacía su escritura en su jornada laboral, o la autoridad misteriosa e inalcanzable que también se encuentra en El castillo. La novela se presta a múltiples interpretaciones desde que Kafka escamotea a su protagonista, y al lector, la causa del proceso por la que es acusado. Éste es el motor a partir del cual asistimos a una serie de entrevistas, como en una novela de detectives, en las que el personaje K va vislumbrando cómo funciona la desalentadora maquinaria de los tribunales mientras se ve envuelto en unas escenas inolvidables en las que el ritmo no decae nunca.

No hay comentarios:

LAS CONFERENCIAS

LA SOMBRA

KEDEST

CONVIVENCIA

LOS GRILLOS

RELATOS DE VIVALDI