15 de mayo de 2013

El paraíso de Zahra

No es común encontrar una denuncia tan clara de un régimen político, sin que el compromiso quede reñido con el buen hacer artístico, como en esta novela gráfica ambientada en los días posteriores a las elecciones iraníes del 2009. Una madre recorre junto a uno de sus hijos, el narrador, la ciudad de Teherán en busca del hermano de éste, Mehdi, desaparecido tras las protestas multitudinarias contra el amaño de los resultados electorales. A través de esta búsqueda angustiosa por hospitales, la cárcel y los juzgados, vamos descubriendo las pistas sobre el paradero del joven desaparecido, amante del rap iraní y cuyos ídolos son Bruce Lee y Zidane, a la vez que se nos va desvelando la complejidad de la sociedad iraní y la represión a la que está sometida por el régimen. En el transcurso de esta búsqueda nos encontramos con personajes como el de la hija de un general de la época del sha, el afable y fortachón dueño de un cibercafé, el enojado conductor de un taxi o la bella Sepideh, todos ellos carismáticos, capaces de arrancarnos una sonrisa en medio de la desolación de la historia, de defenderse cada uno a su manera del ambiente opresivo en el que viven y de ayudar al prójimo, poniéndose ellos mismos en riesgo. 


La política, el pulso de la opinión en la calle, la historia del país y las cloacas del Estado emergen en este cómic, o novela gráfica para marcar una diferencia bien merecida, sustentada en unos hechos reales, periodísticos y documentados, que se integran con una ficción perfectamente dosificada, capaz de sorprendernos por sus matices y valentía. Detrás de los nombres de algunos de sus personajes, como Armenia, Sepideh o Takhti, se intuyen múltiples referencias, a veces de difícil comprensión para lectores como yo, ignorante de la rica y ancestral cultura iraní, sin que este mundo subterráneo del texto menoscabe la lectura, más bien al contrario, haciéndola más interesante. Muchos de los tristes sucesos mencionados han tenido eco en la prensa internacional, pero las vejaciones, corrupción, censura y torturas aquí denunciadas, a pesar de ser una historia puramente iraní, resultan familiares, con sus peculiaridades, a quienes han conocido otros regímenes autoritarios. Sus autores han utilizado los seudónimos de Amir y Khalil para proteger su identidad por evidentes razones políticas e incluyen al final una serie de textos que enriquecen la compresión de la obra, así como la dirección web de Human Rights and Democracy for Iran

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