15 de octubre de 2012

Los amantes de Verona

Los antecedentes literarios del Romeo y Julieta de Shakespeare son una cadena de versiones y traducciones que van aportando al relato nuevos elementos inspirados a su vez en otras obras, acentúan distintas partes de la historia según la sensibilidad y pericia del autor y lo transforman del verso al cuento hasta llegar al teatro. Pero parece que la versión de Luigi da Porto, publicada en 1530 con el título de "Historia novellamente ritrovata di due nobili amanti", es la primera en incluir la mayoría de los elementos del futuro drama de Shakespeare, y no sólo el nombre de los personajes y el emplazamiento de Verona. Efectivamente, en ella encontramos la fiesta dada por la familia Cappelletti en la que se conocen los dos amantes, el romance inmediato de ambos a pesar del amor hasta ese momento de Romeo por otra que no le hacía caso, la escena en el balcón, el matrimonio secreto oficiado por fray Lorenzo y su ingenio de la pócima durmiente, la muerte de Teowaldo a manos de Romeo, el final trágico de los dos amantes y la reconciliación de las dos familias, y hasta el asunto de la carta que no llega a su destinatario, que en Shakespeare es casi una seña de identidad, causa de malentendidos, equívocos y manipulaciones en muchas de sus obras. 

Antes de pensar que el bardo inglés estaría hoy en el juzgado defendiéndose de la acusación de plagio, creo que sería más justo compararlo a un director de cine actual que versiona la novela de un escritor que ya fue pasada como serie de televisión años atrás y de la que incluso hubo una versión cinematográfica en blanco y negro, famosa en su momento pero olvidada por el gran público o perdida su última copia por problemas de conservación. De hecho la grandeza de Shakespeare radica en su dramatización de la acción, en la capacidad para dotar a cada personaje de ese binomio entre el arquetipo y el realismo tan propio de sus dramas, y en su poesía reconocida mundialmente. Articuló también la trama dándole vida a secundarios, como en el resto de sus obras. El cuento de Luigi da Porto, sin embargo, no carece de encanto, más enfocado en la figura de Giulietta y en la relación con sus padres, en sus pensamientos y sufrimientos. Presenta las motivaciones menos espiritualizadas, como el interés de fray Lorenzo en la amistad de Romeo, la facilidad para cambiar de amor de este último, la boda de Giuletta para poder gozar a su amado sin desdoro o su temor a que él quisiera poseerla y abandonarla sólo para hacer escarnio de su familia. 

En el relato de Luigi da Porto la historia de los amantes se la narra un arquero de Verona a su señor, adivinando la razón de su aflicción, para mostrarle lo triste que resultan la mayoría de las intrigas del amor, a quien llama tirano, y lo peligroso de permitir que las pasiones se nos enconen en el pecho, además del deshonor que conllevan para un hombre de armas. Este marco narrativo tiene un final extraño para los lectores actuales. El señor, tras escuchar el relato, se pregunta dónde estarán hoy esas mujeres que muriesen sobre el cadáver de su amado, como hizo Giulietta, y cuántas no serían las que apenas suicidado su amante de amor por ellas no estarían pensando ya en hallar otro en lugar de morir con él. A continuación se lamenta de los enamorados de hoy en día (de su hoy en día del siglo XVI), incapaces de largos sacrificios y llevados por tantos apetitos. Quizá sea ésta una nostalgia literaria por el amor cortés medieval que ha dejado paso a un renacimiento más realista y burlón, pero parece también que los idealistas de todas las épocas se han quejado siempre de la inconsistencia amorosa de sus contemporáneos frente a un pasado más noble, excepcional y embellecido. Y es que ¿quién no se ha sentido conmovido alguna vez con esta historia?

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